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El Día Internacional de la Mujer: La Trampa de la igualdad simbólica es peligrosa.

 


El Día Internacional de la Mujer: La Trampa de la igualdad simbólica es peligrosa.


  • Celebremos lo logrado pero subrayemos las injusticias que prevalecen.
  • Persisten las desigualdades estructurales.
  • La igualdad de género aún no es meta alcanzada.
  • La equidad debe pasar de aspiración a realidad.


Subrayado y con Negritas.

Por Gerardo Castro Ruiz

Cada 8 de marzo, el mundo se viste de morado y las voces femeninas resuenan con más fuerza que nunca. Es un día de reflexión, de lucha y de exigencia de derechos que, aunque han avanzado de manera significativa, aún encuentran resistencia en sociedades que se niegan a dejar atrás las estructuras patriarcales. La conmemoración del Día Internacional de la Mujer es una celebración y un recordatorio de todo lo que se ha logrado, pero, sobre todo, de lo que falta por hacer.

Del silencio a la revolución

La historia de la lucha femenina es la historia de una resistencia incansable. Desde las primeras manifestaciones en la industria textil en el siglo XIX hasta las actuales marchas multitudinarias que exigen justicia, igualdad y respeto, las mujeres han conquistado derechos que antes les fueron negados. Hoy, ocupan escaños en el Congreso, lideran empresas, influyen en la política y rompen esquemas en la ciencia, el deporte y el arte.

Sin embargo, la realidad sigue siendo contradictoria. A pesar del evidente ascenso de la mujer en los espacios de poder y toma de decisiones, persisten las desigualdades estructurales. La brecha salarial, la violencia de género, la falta de acceso a oportunidades y la discriminación son heridas abiertas en una sociedad que, aunque ha evolucionado, aún carga con rezagos históricos.

La falsa ilusión del progreso total

No podemos caer en la complacencia ni asumir que la equidad de género es una meta alcanzada. Sí, hay más mujeres en universidades que nunca antes, más presidentas de naciones, más empresarias, más científicas y astronautas. Pero el éxito de algunas no debe disfrazar la realidad de muchas otras: niñas obligadas a casarse, mujeres violentadas en el hogar y en el trabajo, víctimas de feminicidio cuya muerte es minimizada con discursos fríos y burocráticos.

El patriarcado ha aprendido a camuflarse en discursos de inclusión sin aplicar acciones reales. Se aplauden leyes que garantizan la igualdad, pero ¿cuántas de ellas se cumplen? Se presume la presencia de mujeres en cargos directivos, pero muchas veces enfrentan obstáculos que sus colegas varones jamás imaginan. La trampa de la "igualdad simbólica" es peligrosa: aparentar progreso para frenar la lucha.

De la resistencia a la transformación

El mundo necesita más que conmemoraciones anuales. Necesita un compromiso firme de gobiernos, empresas, instituciones y ciudadanos para erradicar la desigualdad de raíz. Es momento de transformar discursos en acciones contundentes, de romper techos de cristal sin que sean las propias mujeres quienes tengan que recoger los vidrios rotos.

Las nuevas generaciones tienen la oportunidad de crecer en un mundo donde la equidad no sea una aspiración, sino una realidad. Para ello, es fundamental la educación con perspectiva de género, la eliminación de estereotipos que limitan el potencial femenino y, sobre todo, el reconocimiento de que la igualdad de derechos no es un favor ni una concesión, sino una cuestión de justicia social.

Este 8 de marzo, más que flores o discursos vacíos, las mujeres exigen respeto, oportunidades y seguridad. La lucha no ha terminado, pero cada paso dado es una victoria hacia un futuro donde ser mujer no implique una desventaja, sino un orgullo sin restricciones.

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